1- ENVEJECER NO ES ENFERMAR :


Lo primero a destacar es el proceso básico de envejecimiento. No podemos negar la evidencia de que existe una gradualidad decremental tanto en lo físico como en lo psicológico que acompaña al ciclo vital humano y que no puede ser localizada a ninguna edad específica y para la que existen grandes diferencias interindividuales e intraindividuales en diferentes aspectos que difuminan la frontera entre ser viejo y no serlo.
Envejecer no es enfermar y una cosa no ha de llevar a la otra y además no hay que caer en el error de creer que un deterioro orgánico implica un déficit cognitivo o un decremento en la capacidad de respuesta psicológica y vivencial del sujeto. Lo más importante es como el sujeto se enfrenta a su deficiencia, pues la misma alteración no produce la misma afección en distintos individuos.


2-CÓMO TRATAR A LOS ANCIANOS


Por ello la actitud ideal ante el anciano en nuestra relación con él sería la de individualizar, ésto es, no existe una forma de comportarse, hablar o hacer ante ellos pues si así lo hiciéramos caeríamos en una discriminación negativa ante un ser diferente a cualquier otro, que en la gran mayoría de los casos tiene prácticamente intactas todas sus calidades acumuladas a lo largo del tiempo. Hagamos que las comparta. No lo trates con respeto porque sea viejo, no pienses que lo mejor que le podía pasar es que tuviera el "alma joven". No se ha mostrado como positivo programar actividades conjuntas oficialistas entre diferentes grupos de edades, hay que dejar que se den de forma natural en ambientes no forzados.
Por último, lo que hemos de tener en cuenta es el rol esperado en el anciano que tiene mucho que ver con los estereotipos sociales sobre las personas mayores de edad y las expectativas que se le suponen a una persona tras su jubilación, marcado, paradójicamente, por lo que se ha dado en llamar el "rol sin rol". Nada espera la sociedad del ser no productivo, acaso sólo reconocerle los servicios prestado con una pensión vitalicia. Dentro de lo que es el rol que damos al anciano estaría la relación con las otras personas y que viene marcada por una discriminación modal de rechazo de lo joven hacia lo viejo, pues ésto se asocia con lo decrépito, lo feo y lo inútil, lo que presupone un trauma el envejecer equiparándolo a la enfermedad, la incapacidad, el dolor físico, la dependencia, además de un terror existencial por la proximidad de la muerte.
En el anciano se dan juntos los grandes tabúes de la sociedad occidental: el dolor, la decrepitud, la locura y la muerte. El hombre occidental ha dado la espalda a estos temas y de forma inconsciente los rechaza y se aparta de ellos. Nuestra relación con los ancianos mejorará muchísimo si somos capaces de aceptar nuestro destino y nos preocupamos sobre esos temas que tan de cerca tocan a las personas de más edad, y a todos nosotros.
La mejor forma de relacionarse con el anciano es olvidarnos de su edad, llamarlo por su nombre y tratarle según las cualidades y defectos que manifiesta no anteponiendo ningún estereotipo sobre él, exactamente igual que con cualquier otro ser humano. No a todos los ancianos les gusta ser tratados de la misma manera. En este tema está de sobra la prevención, no precisamos vacuna para estar con los ancianos ni realizar ningún curso especializado.

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